Fue tan intempestivo que todo
frente a mis ojos apareció,
al dejar caer tu peineta,
al dejar caer hacia el suelo
la tela tan fina que solías portar,
esa tela que solamente
tu maja tez era capaz de superar,
y con creces, con su suavidad.
Aparecían tras de ti, así por así,
cual repentino y digno acto de magia,
interminables palmeras y dunas,
en tanto aún seguías huyendo de mí.
Mudo fue que me quedé
al ver tu espejo romperse,
al ver como el sol de la nada
se reflejó con claridad
sobre un gran charco de agua.
Mudo fue que me quedé
al ver yo la piel de tus pies,
al verla cambiar en algo
tan igual a la cola de un pez,
a una ninfa en tu lugar.
Mudo fue que me quedé
al verte nadar con temor,
al verte aceptar el destino
antes de decidirte ocultar,
yo escogiendo el ir contigo.
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