Cunde el peligro, y
más que claro no puede ser
este firme atisbo;
yace el amor,
entre un ataúd, y
breves versos de adiós;
no busques culpable,
no hay tal,
tan solo tú.
No hay acto más tonto
que aquel que cometen,
pero hace tanto, y mil veces,
tus manos contra mi amor.
¡Oh, perdición!
mejor no rogar,
mejor inhumar mi cariño,
aceptar
que solo es apego,
que debe irse,
muy pronto
por donde vino.
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