Con cuánta frescura
me miraste directo tú,
al centro de las pupilas
con esa petrificante sonrisa;
mientras yo
fría frente a un mudo,
quizás me viste como:
la idiota más grande de este mundo.
Regresaste tú tan descarado,
tan campante de ir acabando otras vidas,
excusando ya haberme olvidado
en el fondo de alguna de tus lagunas.
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