Ni en mi peor pesadilla
lo hubiese visto venir,
yo, así,
es increíble
cómo le cambia a uno,
de un día a otro, todo,
toda, todita la vida.
Cual barco colisionado
las caricias y los besos,
todo eso,
que me dejabas
muy cerca al oído:
se fueron marchando
luego del último tiro.
Le fue entrando distancia y peros,
y aún más, por entre la herida,
al amor le amputaron las alas;
le removieron, así, sueños,
murió mientras apenas iba,
con fe, por un chaleco antibalas.
«Traición» se distinguía al fin,
apenas con claridad,
en restos del proyectil.
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